Cuando me empezaron los síntomas del parkinson no había nacido mi hija, era el año 1995 y ella nació en 1997, y el parkinson me lo diagnosticaron a principios del año 2000, exactamente la tarde antes de su tercer cumpleaños, ¡¡Vaya regalo!! y vaya fiesta que tuvimos que hacer ese día después del diagnóstico, no se podía anular su cumpleaños. Ese día sentí lo mismo que lo artistas que pese a su vida personal no tienen más remedio que salir a escena.
Mi hija tuvo que vivir con una realidad, que al principio no entendía, así recuerdo que con cinco añitos y debido a mi rigidez facial, conocida en el argot de la enfermedad como cara de poker, por la inexpresividad típica de estos jugadores, me pregunto saliendo de casa que si había hecho algo y estaba enfadado con ella.
Tuve que darle ese día la primera somera explicación sobre la enfermedad para liberar su infantil culpabilidad.
Con el paso del tiempo fue asumiendo la enfermedad rebautizandola incluso con el nombre de tiqui tiqui, mucho antes de que la selección española de futbol inventase el tiqui taca.
Pero tenía un problema, no sabía como sociabilizar la enfermedad entre sus amiguitos, así un día con nueve años, decidí hacer una versión infantil de la carta del capitulo anterior, narrando la historia como si fuese ella quien la contase, cuando se la leí y la ofrecí ir a leersela a los niños de su clase, me soltó con mucho aplomo, "No Papa, los niños de mi clase son tontos y no la entenderían". En esa frase quedaba implícita su temprana forzada madurez.
Esta es aquella carta que la escribí.
El tren de la vida.
Mi padre dice que la vida es como un tren que se pone en marcha el día de nuestro nacimiento y va pasando cada año por muchas estaciones, y las enfermedades son como pasajeros que se montan sin permiso, casi siempre el medico que es el vigilante del tren las hace bajarse después de algunas estaciones. Pero algunas veces, el medico no puede hacer que se baje ese pasajero malo y se queda en el tren todo el viaje.
En el tren de mi padre se monto hace 12 años un pasajero de los que no se bajan, se llama Parkinson, pero mi padre decidió desde que supo que iba montado ese pasajero, que la vida es un viaje muy bonito y solo se hace una vez, y no iba a dejar que el pasajero malo se hiciese dueño del tren.
Cual es el truco de mi padre para conseguirlo: Estar siempre contento y no hacerle caso cuando habla al pasajero malo, ya se callara, ni caso.
Pero también dice, que cada día es más difícil taparse los oídos, pero va a seguir haciéndolo.
Yo estoy orgullosa de mi padre, como lucha con más fuerza que nadie contra el pasajero malo, aunque algunos días le cuesta mas porque el pasajero le hace moverse y hablar lento.
Para seguir teniendo en un rincón de un vagón a Parkinson , mi padre necesita el apoyo y cariño de todos los que le rodean, yo siempre se lo doy .
Ya sabéis todos lo que le pasa a mi padre, a partir de ahora cuando lo veáis pensar como esta luchando y lo valiente que es.
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